Spinoza, señalabamos en el prolegómeno de dos entradas atrás, dice que la potencia o conatus es el principio ético de la individuación, en tanto es un fuerza que tiende a la conservación o acrecentemiento del ser de una cosa. En el plano físico se comparaba con la proporción de movimiento-reposo como principio de individuación. La potencia y caracterización que se hizo en la misma entrada no es propiedad del alma o del cuerpo, ni mucho menos existen dos potencias, una anímica y otra corpórea. Spinoza no suscribe la dualidad cartesiana, la supera. La potencia y sus características en el cuerpo y en el alma tienen una relación de simultaneidad y no de causalidad, no hay interaccionismo, ¿por qué? porque cuerpo y alma son dos aspectos de una misma potencia. El alma padece cuando forma ideas que no causa sola, y el alma actúa cuando es causa adecuada de las mismas. Asimismo, el cuerpo padece cuando forma movimientos que no causa sólo, y el cuerpo actúa cuando es causa de esos movimientos. Entonces alma y cuerpo son una misma potencia, la acción y pasión de uno es la acción y pasión del otro.
Descartes, a diferencia de Spinoza, señala que el alma y el cuerpo son dos realidades distintas que interactúan, de tal modo que la acción de una es el padecimiento de la otra y viceversa. Entonces la ética cartesiana sólo es anímica y no corporal porque aconseja siempre al cuerpo someterse al alma y al alma someter al cuerpo. Uno tiene que dominar al otro, este es el modelo del conflicto ético. Spinoza muy por el contrario, señala que actúan y padecen al mismo tiempo cuerpo y alma, por eso el conflicto ético no es la lucha por la dominación entre alma y cuerpo, sino que el hacer a la potencia menos pasiva y más activa respecto de sí misma y las otras cosas. Lacan, tres siglos más tarde dirá algo parecido respecto a volvernos sujetos de nuestro deseo. De la misma manera que Spinoza sitúa el conatus como base de la dualidad alma y cuerpo, nos recuerda a Freud cuando sitúa la pulsión como un concepto límite entre lo psíquico y lo somático.
Descartes, a diferencia de Spinoza, señala que el alma y el cuerpo son dos realidades distintas que interactúan, de tal modo que la acción de una es el padecimiento de la otra y viceversa. Entonces la ética cartesiana sólo es anímica y no corporal porque aconseja siempre al cuerpo someterse al alma y al alma someter al cuerpo. Uno tiene que dominar al otro, este es el modelo del conflicto ético. Spinoza muy por el contrario, señala que actúan y padecen al mismo tiempo cuerpo y alma, por eso el conflicto ético no es la lucha por la dominación entre alma y cuerpo, sino que el hacer a la potencia menos pasiva y más activa respecto de sí misma y las otras cosas. Lacan, tres siglos más tarde dirá algo parecido respecto a volvernos sujetos de nuestro deseo. De la misma manera que Spinoza sitúa el conatus como base de la dualidad alma y cuerpo, nos recuerda a Freud cuando sitúa la pulsión como un concepto límite entre lo psíquico y lo somático.
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