Los afectos son buenos o malos en relación al particular horizonte de posibilidades de una potencia en particular. Tanto los afectos primarios (felicidad y tristeza; amor y odio) como los secundarios, que no son otra cosa que los movimientos de la potencia en dirección a su aumento o disminución, están causados por objetos externos a la propia potencia, dándoles a estos el carácter de pasiones, porque la potencia es pasiva en su causación. Los movimientos o variaciones de la potencia, es decir los afectos, son esclavos de los objetos externos que son causa de éstos, por tanto lo mismo su felicidad y su tristeza. La potencia no cumple ningún rol activo en la causación de sus afectos, por eso éstos son llamados pasiones. La potencia es impotente ante sus afectos. La potencia no es soberana de sí misma sino que sierva de la fortuna. Pero no es este el mayor de las males, porque bien pudiera la fortuna causar pasiones felices y aumentar una potencia particular, lo que es un bien, aunque incompleto. Un siervo de la fortuna no necesariamente está triste, el siervo también puede ser feliz al ver aumentada su potencia, pero aún le resta algo para ser éticamente feliz, y eso es la soberanía de su potencia como causa activa de sus propios afectos felices. La actividad o pasividad de la potencia determina la enajenación o responsabilidad de la misma. Curioso resulta aquello, en tanto podría servir a pensar la alienación en Marx al modo como Spinoza piensa la actividad y/o pasividad de la potencia, confiriendo una clara dimensión ética a la desalienación.
De afectos padecidos (pasiones) a afectos actuados (acciones).
Antes de continuar, quisiera hacer una breve escala en lo que es la ética. La ética es la meditación acerca del acto, pero no cualquier acto, sino que el acto de la potencia sobre sí misma, con el fin de que pueda acrecentarse para obtener su felicidad. Aquí damos con el punto medular de la ética, como meditación sobre la propia soberanía, que tiene un efecto sanador en la potencia cuando libera sus afectos de la servidumbre a la fortuna y sus causas ajenas. Los afectos entonces pasan de ser pasiones a ser acciones en tanto efectos de la potencia y no de la fortuna. Y como la acción de la potencia no puede tender a su disminución ni aniquilamiento, ya que implicaría abrigar impotencia, lo que es una contradicción lógica, su acción tiende siempre a su conservación o aumento, de ahí que las acciones de la potencia (los afectos causados por ésta) sólo puedan ser felices y no tristes.
Devenir activos para Spinoza es ser soberanos de la causalidad de la propia potencia (que es lo que está dentro del horizonte de nuestras posibilidades de acción) y no de la causalidad de la fortuna (que escapa a nuestro horizonte de posibilidades de acción). Lo mismo que con el ejemplo del caballo, un ser humano no es menos perfecto por no lograr detener un ciclón, dado que eso está fuera de sus posibilidades de acción. La pregunta podría ser ¿cómo conducir mejor la acción de nuestra potencia en medio de la fortuna?. ¿es que acaso a los psicólogos no nos suena familiar esta pregunta cuando llegan consultar por primera vez los pacientes?. En tal sentido, quizá se justifique inicialmente la denominación de pacientes, pero sólo de manera provisoria.
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