jueves, 11 de noviembre de 2010

Para una psicología del desarrollo de los géneros de conocimiento.

El siguiente tan sólo es un experimento intelectual cuyo resultado no aseguro en principio, sino tan solo la intención esbozada en el título.

¿Cómo la potencia puede ser la causa adecuada de sus acciones o afectos?. El requisito para eso es que la potencia sea la que forme las ideas adecuadas de sus afectos y no los objetos externos. Y sólo se forman ideas adecuadas cuando se escala en los géneros de conocimiento.

INFANCIA.
GÉNERO DE CONOCIMIENTO: LA IMAGINACIÓN.

Si pudiésemos plantear la escala en los géneros de conocimiento como una psicología del desarrollo spinozista diríamos que en la infancia domina la imaginación, en tanto las ideas son afecciones producidas por causas externas a la potencia, que en el plano afectivo son pasiones. Aquí la ignorancia es respecto de las causas que provocan esos afectos, ignorancia en virtud de la cual se produce una idea imaginada que es falsa respecto de la potencia como causa de los mismos. La infancia es sierva de la fortuna. El desear de la potencia infantil es un desear sin saber qué es lo que lo causa, el desear de la potencia infantil es un desear que "imagina" saber qué es lo que lo causa. En este sentido el infante cree que su deseo está movido por tal causa cuando en realidad es otra.

Breves conclusiones sobre los afectos.


Los afectos hasta el momento han sido descritos como variaciones o movimientos de la potencia en dirección a su conservación, aumento, disminución o extinción, que pueden tener como causa adecuada objetos externos o la propia potencia. Sin embargo, cabe reparar que los afectos no son otra cosa que acciones de la potencia, es decir la realización o actuación de la misma, que en nomenclatura aristotélica llamaríamos actos del alma. Entonces así como los afectos, son acciones, las ideas mismas también lo son. En este sentido, Spinoza es un puente que permite a la modernidad aproximarse una vez más a pensar la ética al modo de Aristóteles, donde la distinciones modernas de cuerpo y alma quedan superadas en un solo continuo. La psicología en tanto estudio del alma y sus afectos, es una ética y una terapéutica.

Psicología de Spinoza: la ética como terapia II.

Los afectos son buenos o malos en relación al particular horizonte de posibilidades de una potencia en particular. Tanto los afectos primarios (felicidad y tristeza; amor y odio) como los secundarios, que no son otra cosa que los movimientos de la potencia en dirección a su aumento o disminución, están causados por objetos externos a la propia potencia, dándoles a estos el carácter de pasiones, porque la potencia es pasiva en su causación. Los movimientos o variaciones de la potencia, es decir los afectos, son esclavos de los objetos externos que son causa de éstos, por tanto lo mismo su felicidad y su tristeza. La potencia no cumple ningún rol activo en la causación de sus afectos, por eso éstos son llamados pasiones. La potencia es impotente ante sus afectos. La potencia no es soberana de sí misma sino que sierva de la fortuna. Pero no es este el mayor de las males, porque bien pudiera la fortuna causar pasiones felices y aumentar una potencia particular, lo que es un bien, aunque incompleto. Un siervo de la fortuna no necesariamente está triste, el siervo también puede ser feliz al ver aumentada su potencia, pero aún le resta algo para ser éticamente feliz, y eso es la soberanía de su potencia como causa activa de sus propios afectos felices. La actividad o pasividad de la potencia determina la enajenación o responsabilidad de la misma. Curioso resulta aquello, en tanto podría servir a pensar la alienación en Marx al modo como Spinoza piensa la actividad y/o pasividad de la potencia, confiriendo una clara dimensión ética a la desalienación.

De afectos padecidos (pasiones) a afectos actuados (acciones).

Antes de continuar, quisiera hacer una breve escala en lo que es la ética. La ética es la meditación acerca del acto, pero no cualquier acto, sino que el acto de la potencia sobre sí misma, con el fin de que pueda acrecentarse para obtener su felicidad. Aquí damos con el punto medular de la ética, como meditación sobre la propia soberanía, que tiene un efecto sanador en la potencia cuando libera sus afectos de la servidumbre a la fortuna y sus causas ajenas. Los afectos entonces pasan de ser pasiones a ser acciones en tanto efectos de la potencia y no de la fortuna. Y como la acción de la potencia no puede tender a su disminución ni aniquilamiento, ya que implicaría abrigar impotencia, lo que es una contradicción lógica, su acción tiende siempre a su conservación o aumento, de ahí que las acciones de la potencia (los afectos causados por ésta) sólo puedan ser felices y no tristes.

Devenir activos para Spinoza es ser soberanos de la causalidad de la propia potencia (que es lo que está dentro del horizonte de nuestras posibilidades de acción) y no de la causalidad de la fortuna (que escapa a nuestro horizonte de posibilidades de acción). Lo mismo que con el ejemplo del caballo, un ser humano no es menos perfecto por no lograr detener un ciclón, dado que eso está fuera de sus posibilidades de acción. La pregunta podría ser ¿cómo conducir mejor la acción de nuestra potencia en medio de la fortuna?. ¿es que acaso a los psicólogos no nos suena familiar esta pregunta cuando llegan consultar por primera vez los pacientes?. En tal sentido, quizá se justifique inicialmente la denominación de pacientes, pero sólo de manera provisoria.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Psicología de Spinoza: la ética como terapia.

El valor de los afectos puede ser bueno o malo y es siempre relativo al horizonte de posibilidades. Por tanto esos afectos no valen en sí mismos y menos aún pueden ser absolutos. Toda evaluación de los afectos es una valuación, una valoración de los mismos en relación al horizonte de posibilidades de la potencia en la que se dan. Entonces los afectos sucitados en la potencia singular de cualquier ser humano tendrán que ser evaluados en función de su utilidad para un ser humano singular. Y los afectos valorados como útiles para cada ser humano seran aquellos que de sus horizontes de posibilidades posibiliten su máximo bien, a saber, la felicidad. Poder hacer esta evaluación, hace de la ética una dispositivo terapéutico.
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Ahora bien, la radical relatividad de los valores bueno y malo o de la evaluación de los afectos de una potencia, dada la particularidad de su horizonte de posibilidades buenas y malas, hace que un afecto que nos entristeca o alegre no necesariamente tenga que ser valorado como bueno o malo, aquello sería esencializar el valor de los mismos tornándolo absoluto, lo que podría tener como consecuencia hacer una mala evaluación que en vez de procurar la felicidad procure la tristeza. Un ejemplo cinematográfico es la historia de Espartaco, su sumisión al Domine es mala porque lo entristece, pero si eso lo sujeta contra el odio que le tiene, deviene buena porque le da esperanza de volver a ver a amada Sura.

Un afecto en sí mismo no vale, sino en cuanto posibilita la mayor felicidad y la menor tristeza de una potencia singular. Y porque el valor de los afectos es tan relativo como relativos pueden ser los horizontes de posibilidades, un mismo afecto puede ser malo, bueno o indiferente. ¿Es bueno o malo para un caballo el no poder dictar una cátedra sobre Aristóteles?, es indiferente, porque es imposible para él. Lo mismo ocurre con algunas preguntas filosóficas que si bien es cierto se pueden formular en una epoca en otra no, por ejemplo ¿cómo interactúan la realidad mental y corpórea? en la filosofía medieval. Otro tanto ocurre con la ambivalencia afectiva, donde un mismo afecto produce simultáneamente felicidad y tristeza.