jueves, 9 de febrero de 2012

El yo-naturaleza en “Fuentes del Yo” de Ch. Taylor.

1. La ‘voz interior’ y la razón ilustrada.

Uno de los conceptos más interesantes de yo que aborda Taylor (1996) en su texto “Fuentes del Yo” es aquel que se desprende del romanticismo alemán, en el capítulo titulado “La voz de la naturaleza”. La definición del yo como ‘voz interior’ parece tener un doble sentido, el primero haciendo alusión a la interioridad del yo como tal y el segundo haciendo alusión a la interioridad de la naturaleza, en la que aparece contenido este yo. Antes de definir ambas interioridades, Taylor (1996) opone esta ‘voz interior’ a la postura de la razón ilustrada, caracterizando a ésta última en los siguientes términos:

“…la visión externa de la naturaleza como un orden simplemente observado.” (p. 391)

Frente a esta definición de razón que ha dado en llamar desvinculada, el romanticismo parece proponer otra que la ubica en el interior de la naturaleza y por tanto vinculada a ella. A su vez, Taylor (1996) señala una segunda oposición entre visión y voz, ubicando a la primera en el registro de la imagen y a la segunda en el de la palabra. Esta oposición sirve también para leer la relación del yo consigo mismo desde la perspectiva ilustrada y desde la perspectiva romántica, en una el yo reflexiona sobre sí como si estuviera viéndose desde afuera, mientras que en la otra como si estuviera escuchándose hablar en su propio interior. Pues bien, si el yo de la razón ilustrada reflexiona separándose de sí, en el romanticismo lo hace vinculado a sí mismo.

2. El doble sentido de la ‘voz interior’.

La ‘voz interior’ parece aludir en principio a la interioridad del yo de cada quien, a una especie de convicción interior que Herder valoraba como puerta de acceso a la verdad del orden natural que rige al mundo (Taylor, 1996). Al mismo tiempo que esta ‘voz interior’ parece también aludir a la interioridad de la naturaleza, cuyos límites serían mucho más amplios que los de la sola interioridad del yo, en este sentido naturaleza sería un ‘élan’ o energía cósmica que daría movimiento a todo cuanto es, incluyendo al yo. Las siguientes citas de Taylor (1996) parecen caminar en esta dirección:

“Lo primordial es la voz interior o, de acuerdo con otras variantes, el élan que fluye a través de la naturaleza y brota, inter alia, en la voz interior.” (p. 392)

“Si pensamos que la naturaleza es una fuerza, un élan que discurre a través del mundo, que surge en nuestros impulsos internos, si dichos impulsos son parte indispensable del acceso a esa fuerza, entonces sólo es posible conocerla articulando qué es aquello a lo que nos empujan dichos impulsos. Y esa articulación, como hemos visto, debe hacerse en parte en función del sentimiento. Así, una vez más, los sentimientos son integrales en la definición más original, no derivada, que tenemos del bien.” (p. 394)

En ambas citas los límites en la interioridad del yo y la interioridad de la naturaleza parecen borrarse para establecer un continuo que las comunica. Asimismo el sentimiento parece ser ese puente que permite una solución de continuidad entre ambas interioridades. El sentimiento a diferencia de la razón permite vincular al yo a la naturaleza.

3. El ‘expresivismo’ de Taylor.

Puede caerse en el error de entender la idea de la ‘voz interior’ únicamente en el primero de los sentidos, a saber, el de un yo interior separado de la naturaleza exterior, confinándolo así nuevamente a un estado de desvinculación. Vaya esta advertencia para lo que entenderá Taylor (1996) por ‘expresivismo’ en el arte romántico, que es la importancia dada a la expresión del artista no sólo en cuanto yo, sino también en cuanto la naturaleza que se expresa a través de ese yo. Asimismo, la obra de arte deja ser un simple medio para la expresión de la naturaleza, convirtiéndose ahora en la naturaleza misma. La obra ya no manifiesta algo distinto de ella, sino que a ella misma, de modo que obra y naturaleza se unifican en una sola expresión. En este sentido cabe entender el concepto de manifestación al que refiere Taylor (1996):

“Sin embargo, hablar de «manifestar» algo no implica que lo que se revela así estuviera ya plenamente formulado de antemano. Ese podría ser el caso en algunas ocasiones, como cuando finalmente revelo los sentimientos que he formulado en palabras para mí mismo desde hace mucho tiempo. Pero en el caso de la novela o de la obra de teatro, la expresión implica también una formulación de lo que tengo que decir.” (Taylor, 1996, p.395)

Como leemos en la cita anterior, Taylor distingue formulación de manifestación, señalando con la primera algo que pre-existe en el interior del yo y con la segunda algo que ocurre después en el exterior, como un contenido privado que después se hace público en su manifestación. Esta es la manera como venía interpretándose la obra de arte hasta antes del romanticismo, y que cambiará para ser comprendida como una manifestación cuya formulación acontece en el momento mismo de manifestarse, no habiendo formulación ni antes ni después de la obra. La naturaleza es la obra de arte.

“En esta clase de situación es difícil de distinguir nítidamente entre el medio y el «mensaje».” (Taylor, 1996, p. 395)

Pues bien, así como se equiparan manifestación y formulación, lo mismo que lo privado y lo público, así también se equiparan representación y creación. La obra de arte ya no representa la realidad de la naturaleza, como si fuera tan sólo una imitación de ella, sino que ahora la crea, el yo del artista es capaz de crear porque la naturaleza se crea a sí misma a través de él.

“Realizar mi naturaleza significa abrazar el élan, la voz o el impulso interior. Y ello hace que lo que estaba oculto se manifieste, tanto para mí como para los demás. Pero esa manifestación también contribuye a definir lo que hay que realizar. La dirección de dicho élan no está clara – ni podría estarlo – antes de dicha manifestación.” (Taylor, 1996, p. 396)

Esos impulsos con los que ahora se conecta el yo del artista son los impulsos de la naturaleza actuando en él y que quieren expresarse a toda costa. La obra de arte en este sentido es por un lado el idioma en que se expresa la voz de la naturaleza y por otro la forma de abrazarla y escucharla que tiene el yo del artista. De modo que no hay voz de la naturaleza sino hasta recién comenzada la obra de arte.

4. El arte como máxima expresión.

Herder, al igual que Aristóteles, piensa la naturaleza como un potencial, es decir, como una posibilidad, como algo que aún no se ha hecho pero que puede llegar a hacerse. Sin embargo, y a diferencia del griego, establecerá que dicha potencialidad está activada por una fuerza interior a todos los seres vivos que denominará ‘Kräfte’ y que es similar al élan ya mencionado. Esta fuerza es la naturaleza que antes decíamos quiere expresarse mediante la obra del yo, llamándolo sin cesar a vivir de acuerdo a ella. Ahora bien, esta naturaleza pasará a ser el fundamento del yo, siendo este el sentido en que ahora se hablará de originalidad. Sin embargo, esa llamada no es igual para todos dirá Taylor (1996):

“No es posible conocer plenamente a qué nos llama esa voz de la naturaleza fuera de nuestra articulación/definición de ella o antes de esta articulación/ definición. Sólo es posible realizar nuestra más honda naturaleza una vez que lo hemos hecho. Pero si eso es cierto para los seres humanos en general, ¿por qué no lo ha de ser para cada ser humano en particular? Al igual que las manifestaciones del gran torrente de la vida en el resto de la naturaleza no pueden ser las mismas que su realización en la vida humana, así su realización en ti puede ser diferente de su realización en mí.” (p. 397)

Acá la naturaleza parece establecer una comunicación única con cada ser viviente lo mismo que con cada ser humano, variando el llamado y modo de actuar de esta fuerza en cada uno de ellos. Asimismo esta naturaleza aparece desprovista de la universalidad abstracta de las reglas metodológicas cartesianas y la estructura imperativo-categórica de la moral kantiana, y es que no asientan su poder en la razón sino en el sentimiento. Por otra parte la interioridad de esta naturaleza, evoca la interioridad de la búsqueda de Dios en Agustín, con la diferencia de que el órgano guía deja de ser la razón y pasa a ser la parte inferior, a saber, el impulso, la voz, el sentimiento.

Herder dirá que así como la naturaleza se expresa en cada yo de manera distinta en las obras de éstos, así también dirá que en cada pueblo se expresa de manera distinta, por tanto la expresión no sólo es individual sino también colectiva. Asimismo de todas las expresiones de la naturaleza, la de mayor importancia será la expresión artística, puesto que es la expresión más original y creativa de todas, gozando una proximidad con la naturaleza que ninguna otra expresión tiene, esto hizo que se la emparente con la proximidad que hay entre la religión y Dios (Taylor, 1996).

“Si definirme a mí mismo es lograr la plena definición de lo que antes estaba determinado de un modo imperfecto, si el vehículo paradigmático para lograr esto es la creación artística, entonces el arte ya no puede definirse en términos tradicionales.” (p. 398)

Como ya mencionásemos anteriormente, el arte en cuanto deja de ser un medio para representar a la naturaleza, deja de ser imitativo y no tiene con qué compararse si no es consigo mismo, de modo que no puede nunca ser imperfecto ya que siempre es una creación nueva que no tenía existencia previa con la cual pudiera comparársela.

La idea del arte como creación antes que como imitación de la naturaleza, pareciera dar cuenta del interés progresivo que hubo en los sentimientos, así como en el origen de las lenguas, la poesía, la literatura popular, en tanto expresiones más puras de esa naturaleza.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Taylor, Ch. (1996) Fuentes del yo. La construcción de la identidad moderna. Paidós: Bercelona.

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