lunes, 25 de octubre de 2010

Psicología de Spinoza: Perfección y Realidad.

Spinoza señala que la realidad es universo (universión) y en ella están las ideas y los objetos cuya relación no es de causalidad sino de simultaneidad, la relación de causalidad se da entre las ideas y por tanto el concepto de adecuación es intrínseco. Esa relación de causalidad es una relación necesaria y por eso no puede ser de otra forma. En sí misma no es ni buena ni mala, sino que en relación a la singularidad de una potencia. Los criterios éticos de bueno y malo son siempre relativos a la singularidad de una potencia en tanto se mantiene, aumenta, disminuye o extingue. Si la realidad es universo, es decir una versión y no dos (como las dos realidades cartesianas de la res cogitans y res extensa) y además está organizada según relaciones necesarias de causalidad, la realidad es lo perfecto, no puede ser mejor ni peor, porque no hay nada con lo que se la pueda comparar.

Para ilustrar el entendimiento de la perfección y la realidad, digamos que a un caballo se le puede exigir que hable sobre Aristóteles, pero en tal caso se le está exigiendo ser como un ser humano, que es algo que él no es. ¿Diremos por eso que el caballo no es perfecto?. No, porque se le está exigiendo una posibilidad que no está en su horizonte de posibilidades, algo que está fuera de su potencia. El caballo así como es, es perfecto. Reza el dicho popular "no le pidamos peras al olmo".

Spinoza dirá que toda cosa en sí misma (o comparada con su misma clase) es perfecta, porque su perfección coincide con los límites de su esencia. Ahora bien, en el fondo perfección también es un valor relativo a una potencia singular, por eso vale quedarse con que las relaciones de causalidad son necesarias antes que perfectas.

Bien y Mal relativos.

El horizonte de posibilidades de cada potencia es relativo a las mismas, no es igual para todas, no todas tienen las mismas posibilidades. Lo que para una es posible no lo es necesariamente para otra, como la potencia humana y la del caballo. Lo ético entonces es exigir a cada cosa lo que puede y no lo que no puede. Desde el punto de vista del horizonte de posibilidades nunca la potencia es perfecta, puede acercarse a la perfección sin que por ello logre tocarla. Por eso en entradas anteriores se habla de un infinito limitado, el acto que realiza a la potencia puede ser infinito dentro de ese horizonte, es puro acto, como el concepto de felicidad de Aristóteles: el acto por el acto. Ahora bien, para Aristóteles no es cualquier acto, su pregunta es por el acto propiamente humano, a saber, el pensar.

Si el horizonte de posibilidades de cada potencia es relativo a cada potencia singular, las posibilidades de bien y mal también son relativas, porque relativo es este horizonte. Lo que es malo para uno puede ser bueno para otro. Pensar que lo bueno para mí es necesariamente bueno para todos, es pensar que no existe para los otros más horizonte de posibilidades que el propio, haciendo como que todas las potencias son idénticas, esa no es manera ética de actuar.

El principio de identidad desde esta perspectiva es entendido como horizonte de posibilidades dentro del cual pueden operarse acrecentamientos o disminuciones de la potencia.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Psicología de Spinoza: Afectos y Naturaleza

LA ESCLAVITUD Y LO MALO.

Si los afectos del ser humano son esclavos de las reglas de causalidad que rigen a la Naturaleza, la libertad es una ilusión. Sin embargo, sólo se llega a tal conclusión una vez que se conocen esas reglas. Quien no conoce esas reglas permanece en la ignorancia creyendo en la libertad de los afectos. Esta ignorancia es respecto de las causas externas que producen los afectos, no así de los afectos como tal, que son efectos de estas causas. Spinoza dice "Los hombres, son conscientes de sus apetitos (deseos y afectos) pero son ignorantes (inconscientes) de las causas que los llevan a apatecer (desear, afectarse), creen que son libres de apetecer (desear) tal o cual cosa". Todo apetito tiene su causa y por tal es necesario, no libre sino determinado. Esta notable sentencia de Spinoza ya anticipa la posibilidad de algo desconocido para la consciencia, que sin embargo, puede estar dominándola, sin darse cuenta, un símil a lo inconsciente en psicoanálisis.

El amor cartesiano es una definición que pertenece al primer género de conocimiento, a saber, la imaginación, por cuanto define al amor como efecto causado por la propia voluntad de amar. Este amor sólo conoce el afecto más no la causa del mismo, por lo que tan sólo la imagina en la propia voluntad. Spinoza señala en cambio desde el segundo género de conocimiento, a saber, la razón, que el amor es un efecto causado por un objeto ajeno a la propia voluntad, el objeto amado. El amor no es libre sino necesario. Amores y odios nos suceden, no los elegimos, somos esclavos de nuestros afectos porque ellos lo son de sus causas, más aún cuando ignoramos la legalidad que las organiza, la misma se nos hace inconsciente y nos gobierna. En definitiva somos esclavos de la Naturaleza.

Ahora bien, el mayor mal de todos no es la esclavitud de los afectos a las causas que rigen la totalidad de la Naturaleza, porque bien pudiera suceder que una de esas causas tuviera por efecto aumentar la potencia, lo que es un bien por cuanto a lo que la misma tiende es a su conservación o aumento. Entonces la legalidad de la Naturaleza así como puede tener el efecto de disminuir la potencia igualmente la puede aumentar, las relaciones de causalidad no son ni buenas ni malas sino necesarias. Lo bueno o lo malo está definido siempre desde la potencia, es decir desde su conservación o disminución. El mayor de los males es por tanto la disminución de la potencia y no su esclavitud respecto de las reglas de causalidad que rigen a la Naturaleza.

viernes, 1 de octubre de 2010

Psicología de Spinoza: Fluctuación afectiva.

A partir de los afectos primarios se pueden deducir un gran número de otro afectos, incluso uno por cada objeto externo que existe como causa adecuada de los mismos. Pero cada objeto externo que existe es también a la vez causa adecuada de más de un afecto debido a los cambios propios del cuerpo, así cuando se satisface de comida lo que antes producía su apetito ahora produce repugnancia. Los objeto no son causa necesaria de un determinado afecto, así es como un mismo objeto puede causar amor en una persona y en la otra odio. Si un objeto produce un afecto, este mismo afecto precisará del concurso de otros afectos, de modo que la deducción podría ir incluso mucho más allá de el lenguaje y los nombres. Como consecuencia de este concurso de afectos en la conformación de afectos más compuestos, se produce la ambivalencia afectiva. Los afectos primarios y secundarios nunca aparecen tan simples y limpios como en el esquema de Spinoza. Los celos es odio que nunca se da sin amor, se odia a quien ama, pero para odiarla debe amarla. Ha esto Spinoza dará el nombre de fluctuatio animi o fluctuación anímica donde el deseo en estado pasivo se ve absolutamente gobernado por las pasiones, es esclavo de los objetos externos, de sus circunstancias, sin posibilidad ninguna de dominio respecto de sí mismo. La fluctuación anímica recuerda el esquema estímulo-reacción(respuesta) según el cual la reflexología rusa y más tarde el conductismo estadounidense decían que las conductas del ser humano estaban gobernadas en su totalidad por el ambiente, reduciendo toda explicación psíquica a lo aconteciera en éste, como el resto de los otros animales. El burro de Buridam es el ejemplo utilizado por Vigotsky para graficar la situación ideal del esquema estímulo-respuesta donde el burro se encuentra ante un dilema irresoluble, a una misma distancia, mismos objetos (fardos de pasto) en direcciones contrarias, ambos estimulan en igual medida reduciendo a cero la posibilidad de acción. Ahora bien, Vigotsky como Spinoza dirá que en esa situación experimental el hombre puede introducir un estímulo artificial como por ejemplo una moneda, simbolizando en cada cara una de las dos direcciones, siendo él quien hecha su propia suerte, volviéndose sujeto antes que objeto de las circunstancias.

Spinoza señala que bajo la fluctuación anímica el ser humano no tiene ningún control sobre sí mismo, sino que antes bien, como el resto de los otros objetos de la naturaleza se ve gobernado por sus leyes. Las pasiones entonces se ven supeditadas al orden natural, y el supuesto caos de las mismas no es tal sino por la falta de control que el ser humano tiene sobre ellas. El conocimiento de esta legalidad que organiza el universo es el primer paso para que el ser humano se libere de su esclavitud a la misma, sabiendo ahora cuál es la causa de sus afectos y deseos, para poder elegir aquellas que favorezcan a su felicidad y evitar las que precipiten su tristeza. El inicio del camino hacia la libertad es saber que tal cosa no existe.

La esclavitud del hombre es de sus afectos respecto de las causas externas que los producen y a las cuales no puede escapar. La ignorancia mantiene a sus afectos preso de causas que desconoce. Algo no muy lejano a las causas inconscientes en el psicoanálisis que por desconocerse mueven los afectos de los pacientes sin que estos puedan ejercer ningún control sobre los mismos.